Don Severiano es un campesino de más de 75 años que todos los días trabaja su milpa a mano, ayudado por sus animales. Lo conocí en mis recorridos por el pueblo de Cocotitlán y le pedí que me invitara a la cosecha de su milpa para plasmar este momento de fiesta después de muchos meses de arduo trabajo. Llegué por la mañana, fueron poco más de ocho horas pintando dentro de la milpa y conviviendo con el campesino de manos agrietadas y cuerpo encorvado, pero con una gran sonrisa en su rostro y un espíritu y una fortaleza pocas veces vistos. El motivo parecería muy monótono, pero dentro de su milpa él me mostró la gran riqueza y el simbolismo de cada elemento. Al fondo tiene su arcina, un almacén de rastrojo de maíz para acopiar el alimento de sus animales. Me armó un pequeño atado con varas de maíz para mostrarme el inicio —o corazón— de cómo se forma un mogote; tenía entre los surcos guías de calabazas, con sus flores, y de ololiuqui, una enredadera con flores moradas en forma de campanas, asociadas con Quetzalcóatl y Tláloc.