



Comunidades botánicas
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Narrado por Jorge Obregón
Narrado por Jorge Obregón
La obra botánica de Velasco se inscribe en el intenso intercambio global de especímenes y publicaciones que caracterizó el siglo XIX. El pintor también participó en las relaciones internacionales establecidas a través de la ciencia. El pintor participó activamente en las redes internacionales de investigación científica. Un ejemplo de ello es la especie Lennoa madreporoides Llav. Lex., una planta recolectada por el botánico alemán Johann Wilhelm Schaffner, que Velasco dibujó para la revista La Naturaleza.
La circulación de especímenes botánicos como éste permitió la creación de grandes colecciones de plantas mexicanas en todo el mundo. Estos herbarios hicieron posible la publicación de importantes estudios sobre cactáceas que Velasco retomó en sus propias investigaciones. Esta geografía marca el horizonte científico del pintor y la botánica de su tiempo.
José María Velasco
(Temascalcingo, Edo. de México, 1840 – Ciudad de México, 1912)
Cardón, s/f
Óleo sobre tela
Colección particular / Cortesía Drexel Galería
Durante su viaje a la ciudad de Oaxaca en 1887, Velasco pintó el cardón de Tecomavaca, un pequeño pueblo situado a media distancia entre Tehuacán y la capital oaxaqueña. El artista registró su nombre científico: Cereus candelabrum (Pachycereus weberi J. M. Coult. Backeb.). Este interés botánico se conjuga con la imponente presencia del árbol en el paisaje.
La obra es un retrato individual que, a su vez, sirve para caracterizar el clima, la vegetación y las duras condiciones de vida de esta región. Esta obra condensa muchas de las búsquedas de Velasco en torno al mundo vegetal en sus paisajes, en las que el conocimiento botánico se funde con un homenaje espiritual al mundo vivo.
En el siglo XIX el interés científico por las cactáceas y su diversidad también se combinaba con una mirada exótica. En su obra, Charles Lemaire describió que este género despertaba interés por sus formas anormales, curiosas y extrañas. En cambio, el cardón, emblema de la vida de este paisaje con su monumentalidad y la sombra que ofrece, se carga de potencia simbólica.
La obra botánica de Velasco se inscribe en el intenso intercambio global de especímenes y publicaciones que caracterizó el siglo XIX. El pintor también participó en las relaciones internacionales establecidas a través de la ciencia. El pintor participó activamente en las redes internacionales de investigación científica. Un ejemplo de ello es la especie Lennoa madreporoides Llav. Lex., una planta recolectada por el botánico alemán Johann Wilhelm Schaffner, que Velasco dibujó para la revista La Naturaleza.
La circulación de especímenes botánicos como éste permitió la creación de grandes colecciones de plantas mexicanas en todo el mundo. Estos herbarios hicieron posible la publicación de importantes estudios sobre cactáceas que Velasco retomó en sus propias investigaciones. Esta geografía marca el horizonte científico del pintor y la botánica de su tiempo.
José María Velasco
(Temascalcingo, Edo. de México, 1840 – Ciudad de México, 1912)
Cardón, s/f
Óleo sobre tela
Colección particular / Cortesía Drexel Galería
Durante su viaje a la ciudad de Oaxaca en 1887, Velasco pintó el cardón de Tecomavaca, un pequeño pueblo situado a media distancia entre Tehuacán y la capital oaxaqueña. El artista registró su nombre científico: Cereus candelabrum (Pachycereus weberi J. M. Coult. Backeb.). Este interés botánico se conjuga con la imponente presencia del árbol en el paisaje.
La obra es un retrato individual que, a su vez, sirve para caracterizar el clima, la vegetación y las duras condiciones de vida de esta región. Esta obra condensa muchas de las búsquedas de Velasco en torno al mundo vegetal en sus paisajes, en las que el conocimiento botánico se funde con un homenaje espiritual al mundo vivo.
En el siglo XIX el interés científico por las cactáceas y su diversidad también se combinaba con una mirada exótica. En su obra, Charles Lemaire describió que este género despertaba interés por sus formas anormales, curiosas y extrañas. En cambio, el cardón, emblema de la vida de este paisaje con su monumentalidad y la sombra que ofrece, se carga de potencia simbólica.
La obra botánica de Velasco se inscribe en el intenso intercambio global de especímenes y publicaciones que caracterizó el siglo XIX. El pintor también participó en las relaciones internacionales establecidas a través de la ciencia. El pintor participó activamente en las redes internacionales de investigación científica. Un ejemplo de ello es la especie Lennoa madreporoides Llav. Lex., una planta recolectada por el botánico alemán Johann Wilhelm Schaffner, que Velasco dibujó para la revista La Naturaleza.
La circulación de especímenes botánicos como éste permitió la creación de grandes colecciones de plantas mexicanas en todo el mundo. Estos herbarios hicieron posible la publicación de importantes estudios sobre cactáceas que Velasco retomó en sus propias investigaciones. Esta geografía marca el horizonte científico del pintor y la botánica de su tiempo.
José María Velasco
(Temascalcingo, Edo. de México, 1840 – Ciudad de México, 1912)
Cardón, s/f
Óleo sobre tela
Colección particular / Cortesía Drexel Galería
Durante su viaje a la ciudad de Oaxaca en 1887, Velasco pintó el cardón de Tecomavaca, un pequeño pueblo situado a media distancia entre Tehuacán y la capital oaxaqueña. El artista registró su nombre científico: Cereus candelabrum (Pachycereus weberi J. M. Coult. Backeb.). Este interés botánico se conjuga con la imponente presencia del árbol en el paisaje.
La obra es un retrato individual que, a su vez, sirve para caracterizar el clima, la vegetación y las duras condiciones de vida de esta región. Esta obra condensa muchas de las búsquedas de Velasco en torno al mundo vegetal en sus paisajes, en las que el conocimiento botánico se funde con un homenaje espiritual al mundo vivo.
En el siglo XIX el interés científico por las cactáceas y su diversidad también se combinaba con una mirada exótica. En su obra, Charles Lemaire describió que este género despertaba interés por sus formas anormales, curiosas y extrañas. En cambio, el cardón, emblema de la vida de este paisaje con su monumentalidad y la sombra que ofrece, se carga de potencia simbólica.